El conocido como «evangelio de la mujer de Jesús», escrito en copto (la lengua de los antiguos cristianos egipcios) y en el que se puede leer «Jesús les dijo, mi esposa...», desató la polémica en 2012, cuando la historiadora de la Universidad de Harvard Karen L. King lo presentó en el Congreso Internacional de Estudios Coptos en Roma.
Ahora, un equipo de investigadores de las universidades de Harvard, Columbia y el Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT) han concluido, tras varias pruebas de carbono 14 e infrarrojos, que es muy probable que, al menos en lo que respecta a la antigüedad, este evangelio sea auténtico, según indicó el New York Times.
En este texto no sólo se apunta la posibilidad de que el mesías del cristianismo hubiese tenido esposa, sino también se decía, sin saber si se refería a ella, que «será capaz de ser mi discípula», lo que reabre dos debates a la vez: el del celibato en el clero y la posibilidad de que las mujeres puedan ejercer el sacerdocio igual que los hombres en la Iglesia.
Karen L. King, de la Escuela de Divinidades de la Universidad de Harvard, asegura que este papiro demuestra que «las mujeres que son madres y esposas pueden ser discípulas de Jesús, un tema que ha sido acaloradamente debatido en los orígenes de la Cristiandad, cuando el celibato y la virginidad empezaron a ser muy valorados».
Desde que King presentó el papiro, la investigación ha estudiado el material del mismo, el carbón usado para la tinta, así como la gramática y la caligrafía, que han excluido la posibilidad de que sea un material moderno o una falsificación.
Desde que King presentó el papiro, la investigación ha estudiado el material del mismo, el carbón usado para la tinta, así como la gramática y la caligrafía, que han excluido la posibilidad de que sea un material moderno o una falsificación.
Se hicieron dos pruebas de carbono 14.
El primero, dado el tamaño reducido del papiro, no pudo sacar datos concluyentes.
El segundo, realizado entre la Universidad de Harvard y el Instituto Oceoneográfico de Woods Hole lo situó entre los años 659 y 859. Un tercer análisis de infrarrojos confirmó que la composición química del papiro y sus patrones de oxidación eran homogéneos.
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