Infartos, derrames cerebrales, hipertensión...Una de las maneras más sencillas de prevenir este tipo de trastornos cardiovasculares es cambiando nuestra dieta; prestando atención a aquello que podría dañar nuestro corazón.
La ecuación es simple: más frutas y verduras y menos ingesta de sal y de grasas. ¿El resultado? Un gran impacto en los tres principales factores de riesgo de enfermedades coronarias: el Índice de Masa Corporal (IMC), la hipertensión y los niveles de colesterol.
Consumir menos sal puede salvar vidas. Ingerir sal en exceso favorece la retención de líquidos, lo que entorpece la circulación sanguínea, eleva la presión arterial y sobrecarga el corazón. Para restringir el consumo de sodio se recomienda por lo menos no agregar más sal a la comida una vez que ya está servida y, además, limitar los alimentos conservados y embutidos.
Comer mucho pescado y muy poca carne roja es bueno para evitar tener elevado el nivel de colesterol. El colesterol es un lípido, -una sustancia grasosa- en la sangre. Un colesterol alto aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares porque implica tener grasa en la sangre que tapa las arterias y reduce la capacidad del corazón de bombear sangre y oxigeno como debe.
Una dieta rica en frutas y verduras es clave también para gozar de un corazón sano. Ricas en vitaminas y nutrientes esenciales, cada porción diaria de estos alimentos reduce el riesgo de sufrir un infarto en un cinco por ciento.
Recuerde que sólo tenemos una vida y que pequeños cambios en cómo la vivimos puede prolongarla y mejorarla. Una alimentación sana junto a una actividad física regular cuidará de nuestro corazón, músculo clave para la vida.
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