3 de abril de 2017

Ivan Ruiz:“Soy descendiente de Napoleón Bonaparte, y no lo digo porque se echan a reír”

Iván Ruiz es un animal de la televisión. Lo demuestra diariamente en El Show del Mediodía. Por su ADN viaja parte del de Napoleón Bonaparte. Se considera un luchador que debió ganar con su programa un premio Soberano. 

Padre de tres hijas, dice que si no tuviera familia, quizás no le importara mucho el dinero.

—¿Cuáles son los orígenes de su familia?

Somos de Samaná, pero mi familia es descendiente de franceses e ingleses: Cacaveli Clarck. Nosotros somos descendientes de Napoleón Bonaparte (risas). No lo digo porque se echan a reir. Y si acaso pude sacar algo de mi antepasado fue actitud, coraje, valentía; no sentir temor aún por los obstáculos a encontrar en el camino.

—¿Qué papel jugó en su vida su abuela?

Lucía Cacaveli Clarck. Fundamental, fue quien me forjó. Viví con ella en Samaná los primeros siete años de mi vida. Ella hablaba francés e inglés. Nos comunicábamos en inglés. Ella no me hablaba en español. Vivíamos solos frente al mar... Dormíamos juntos. Hacíamos una oración en inglés antes de dormir y al levantarme le contaba lo que soñaba en inglés. Todo fue muy mágico, hasta aquel día en que el Dr. Balaguer asumió transformar Samaná, y desbaratar todo lo viejo, dejando solo la iglesia centenaria. Esa noche, cuando ya solo quedaban escombros de nuestra casa centenaria, Machía como yo le decía, me pidió ir. Y lo último que recuerdo es cómo ella colapsó a mi lado. Se desmayó y yo creo que bajé a negro, porque no recuerdo nada.

—¿De dónde le nace esa vocación social?

Mis padres me inculcaron inquietudes sociales desde pequeños. Ellos eran revolucionarios. A los siete años me fui a vivír con ellos a la Benigno del Castillo 14, altos, en San Carlos. En los 12 años de Balaguer. Allí se escondía gente como Plinio Matos Moquete, uno de los perseguidos y por el cual daban una recompensa a quien los delatara. Mi padre peleó en la Revolución, yo crecí con mucha rebeldía. Creo que por ahí empezó mi vocación social.

En casa de mi abuela no había televisor. Y por aquellos tiempos dañé una cámara fotográfica de mi hermano mayor, jugando a hacer televisión.

—¿Se considera un hombre de ideas románticas? ¿Aceptaría algún cargo político?

Sí, soy un hombre de ideas románticas. Y definitivamente no aceptaría ningún cargo político. Yo soy un buen asesor y consultor político. Me he preparado para eso, pero no sería un buen político. He asesorado a mucha gente. He manejado muchas candidaturas del PLD, el PRD y el Reformista, candidaturas a senadores, a síndicos, pero mi gran sueño es manejar una candidatura presidencial. Y me he preparado para eso.

—¿Cuántas veces ha estado en El Show del Mediodía?

Tres veces. Creo que nadie ha estado tres temporadas distintas en un mismo programa. Entré por primera vez en el 2007. Lo que nadie sabe es que intenté entrar por primera vez en el 2002, cuando salí de ser gerente de Producción de Color Visión. José Augusto Tomey y yo duramos un tiempo conversando, después nos reunimos con Tuto, y estaba todo listo. Hasta que revelé algo en la prensa que a Tuto no le gustó y dije ‘yo creo que no nos vamos a entender’.

En el 2007, Tomey vuelve a conversar conmigo. Duramos varios meses conversando, hasta que por fin se dio la posibilidad de hacer cambios en El Show del Mediodía. Pero a los cinco meses me fui, por situaciones internas. 

Y les dejé el diseño, porque rediseñé todo: escenografía, línea gráfica, nuevos segmentos... Y en el 2010 Tomey vuelve a llamarme y pongo mis condiciones, un contrato –en el 2007 fue más informal-, e hice un contrato por dos años. Pero me venció de nuevo la situación interna de la oficina. 

A mí me pone mal donde hay chismes, donde hay una serie de cosas que yo no comulgo. Y me fui incómodo de nuevo y dije “no vuelvo mientras vida tenga, ni a El Show del Mediodía ni a hacer televisión diaria”... En el 2014 José Augusto Tomey vuelve y me llama... Ahí le dije que no. A los tres meses Tuto intervino. 

El Show lo iban a comprar unos inversionistas. Tuto me dijo que el modelo de negocio sería distinto. Nos reunimos con los nuevos inversionistas, no se pudo dar. Y finalmente, caí en el gancho. Voy a revelar algo: el programa lo iban a sacar del aire. Y Angel Laureano hoy director general me convenció. Entonces digo, ¿cuáles son las condiciones? No hay dinero, me responden. El dinero lo vas a hacer tú.

—¿Y cuál es tu participación ahí?

Yo soy socio del programa.

—¿Socio, 50-50?

No, no, no. Ahora vamos a reajustar. Ya yo tengo dos años y medio. El contrato se venció y aunque yo hago ahí lo que yo quiera, no estoy recibiendo lo que yo merezco. 

Cuando tú llevas un programa de 0.18 a 2.83 y nuestro target de 35 años o más en 4 puntos y algo, entonces creo que mereces una compensación justa. Y cuando tú quintuplicas la facturación, creo que tienen que darte un poquito de esa parte. Lo justo. Yo no quiero más de lo que merezco, pero tampoco menos.

Esta vez se hizo la negociación que se iba a trabajar desde mi oficina, con mi personal. Eso me mantiene tranquilo. Aunque no estoy ganando lo que creo que debería ganar, la tranquilidad es importante. 

Y puedo desarrollar una serie de inquietudes sociales que tengo que me satisfacen muchísimo. Cada vez que uno puede ayudar a salvar la vida de un niño, o de una persona de escasos recursos, hacer una televisión social, me llena muchísimo.

Nota de ALFONSO QUIÑONES

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