Objetos valiosos recién comprados, pero también envíos familiares no llegan a las manos de sus destinatarios, aunque sean entregados en la dirección correcta. No se pierden en el correo, simplemente son robados en las puertas de edificios, casas y oficinas.
43% de los estadounidenses que compran en línea experimentaron el robo de paquetes el año pasado, frente a 36% en 2019, según un estudio de investigación de mercado reciente.
De ese 43%, casi dos tercios informaron que sus paquetes habían sido robados más de una vez, acotó una crónica en primera persona del The New York Times, cuya autora resume los casos en su edificio sin portero ni ascensor en el East Village de Manhattan.
El Departamento de Policía de Nueva York (NYPD) no mantiene datos a ese nivel de especificidad, y las cifras más recientes disponibles para la ciudad estimaron que 90 mil paquetes desaparecían en promedio diario en 2019. Este número estaba destinado a ser más alto en 2020, considerando la próspera economía en línea durante la pandemia.
Harper Gray, de 22 años, quien trabajaba en el hipódromo de Belmont Park, dijo que una semana después de mudarse a su edificio del East Village a fines de agosto le habían robado un vestido nuevo, pedido en línea. En dos meses, ella y su compañera de apartamento habían perdido aproximadamente $2 mil dólares en artículos, afirmó.
Cuando Amielle Morris, una estudiante universitaria, ordenó una nueva mesa, “el tablero llegó por separado de las patas, que fueron robadas, dejándola con una mesa sin patas”. A menudo estaba trabajando turnos dobles como anfitriona de un restaurante o en clases, y dijo que otras siete entregas le habían sido robadas.
El que más le dolió fue un paquete de ropa, miel local y aguacates enviado por su madre desde California.
Ralitsa Kalfas, de 23 años, encontró una caja de cartón vacía en lugar de los abrigos y suéteres que le envió su familia de Carolina del Norte. También le robaron una chaqueta vintage que alguna vez perteneció a su abuela.
Como respuesta creativa, los neoyorquinos, famosos por ser estrictos en su privacidad especialmente en sus residencias, han cedido y optado por intercambiar números de teléfono entre vecinos para enviarse mensajes de texto cuando ven algo desatendido en las puertas o pasillos del edificio.
También se han unido para exigir cámaras de seguridad a sus caseros. Pero a nivel local y nacional el robo de paquetes no cesa, y no siempre las compañías devuelven el dinero.
Además, cuando son envíos personales, no hay mucho a quién reclamar. Fue, por ejemplo, el lamentable caso de Coco Ross, una joven de 23 años: su padre había perdido su trabajo en Boston y en noviembre le envió su reloj Rolex pensando obtener un mejor precio de venta en Nueva York, tanto como $25 mil dólares.
Un repartidor dejó la reliquia familiar en el vestíbulo, sin esperar a obtener la firma de la joven. El valioso reloj nunca fue encontrado. Al menos tras la denuncia, el propietario reforzó la cerradura de su viejo edificio. Pero la víctima finalmente optó por mudarse.
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