"La gente siempre me ha respetado (por mi bigote), les gusta sacarse fotos conmigo. Es mi identidad", presume este apuesto cuarentón, que luce sus larguísimos mostachos trenzados y orientados hacia arriba en forma de majestuosa cornamenta.
Durante siglos, dejarse el bigote era signo de virilidad en el subcontinente indio, pero hoy, con la influencia de los talibanes y del salafismo en Pakistán, se impone la barba larga. Y cada vez se impone más...
Hace unos años, Malik Amir Mohamad Jan Afridi era una estrella local en el distrito tribal de Jyber, zona de insurgentes cerca de la frontera con Afganistán, gracias a sus bigotes, que le daban un aire principesco.
Pero los hombres de Lashkar-e-Islam, grupo islamista armado que hoy es aliado de los talibanes, le pidieron 500 dólares al mes a modo de "protección", para que pudiera lucir su mostacho con toda tranquilidad.
El comerciante, que importa a Pakistán ropa y material electrónico de China, no quiso ceder al chantaje, lo que le valió que un buen día de 2009 los insurgentes lo secuestraran, relata él mismo.
Después de un mes de cautiverio, una asamblea tribal, la tradicional "jirga", negoció su liberación. Afridi tuvo que afeitarse, muy a pesar suyo. "Tenía miedo de que me mataran, por eso sacrifiqué el bigote", confiesa.
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