Sin embargo, una reciente encuesta realizada por ASISA ha desvelado que un 7 por ciento de la población española no sólo tiene este hábito antes de irse a dormir, sino que interrumpe su sueño nocturno porque “necesitan mirar el móvil en medio de la noche”.
La dependencia de los dispositivos móviles se está incrementando en todos los segmentos de la población, pero especialmente entre las mujeres, pues entre aquellos que han admitido tener que revisar su móvil interrumpiendo su sueño, el 62 por ciento eran mujeres frente al 38 por ciento de los hombres.
Este hábito resulta paradójico, si se pretende tener un sueño nocturno placentero y reparador porque la exposición tanto a la luz artificial como al ruido, antes y durante el sueño, puede alterar la calidad del mismo y generar problemas de salud.
La luz que emiten estos dispositivos informa erróneamente a nuestro cerebro de que es de día, retrasando o impidiendo la secreción de la hormona del sueño, la melatonina. Al interrumpirse su secreción por la luz, tardamos más en dormirnos, teniendo mayor número de despertares nocturnos y un sueño de peor calidad.
De hecho, un reciente estudio publicado en la revista Sleep Medicine muestra que la capacidad cognitiva, la concentración y el estado de ánimo se ven influidos negativamente por la interrupción del sueño.
La baja productividad laboral es uno de los daños por el uso de dispositivos móviles, pero no la única. También repercute la calidad de sueño y llega a interferir en las relaciones familiares y de pareja.
Por otro lado, estos dispositivos requieren de nuestra concentración lo que produce la activación cerebral, que es lo contrario al concepto de sueño y dormir, que requiere una relajación previa. Todas estas prácticas inciden de manera directa en el descanso de las personas, pues no nos permiten desconectar de las actividades diarias.
En este sentido, la Dra. Paula Giménez Rodríguez, directora de la Unidad del Sueño de Clínica HLA Vistahermosa (Alicante) y delegada de ASISA en Alicante, aconseja “apagar el móvil o mantenerlo fuera de la habitación durante la noche” contradiciendo el hábito instaurado entre los españoles de mantener el móvil encendido en modo silencio dentro del dormitorio (56 por ciento de los encuestados).
Si repites este comportamiento (manipular un smartphone con las luces del dormitorio apagadas noche tras noche, las consecuencias pueden aparecer en forma de insomino o incluso depresión. Dormir poco y mal también dificulta que las células gliales limpien correctamente las neurotoxinas generadas a lo largo del día. Lo que podría provocar problemas de memoria, atención y tal vez de sobrepeso.
Además de los malos usos tecnológicos que nos impiden alcanzar un sueño reparador, el frenético ritmo de vida actual no nos ayuda a dormir mejor. El estrés, las largas jornadas laborales y el tener que compaginarlas con las tareas domésticas hacen que en muchas ocasiones no dé tiempo a desconectar y que se carezca de un tiempo previo al sueño para relajarse y preparar así el descanso nocturno.
“Nuestro cerebro no tiene un botón de off que podamos apretar cuando queramos para que el sueño se inicie. Necesitamos un tiempo previo de relajación, de desconexión de nuestro ajetreo diario, de los problemas y el estrés del trabajo”, apunta la Dra. Giménez. Y continua afirmando, “es conveniente irse a la cama con sueño y para conseguirlo es importante dedicar un tiempo previo a la hora de acostarse a relajarse y crear un ambiente que lo facilite.”
En este sentido, la especialista sostiene: “Si a pesar de llevar un ritual previo de relajación no conseguimos dormir, no es recomendable quedarse en la cama dando vueltas, pues esto suele generar ansiedad y más frustración, aumentando el problema.”
La reacción más común entre los españoles cuando no pueden dormir, es ponerse nerviosos y empezar a pensar en problemas (46 por ciento). Así, el 48 por ciento de los participantes ha reconocido que el principal factor que les impide conciliar el sueño es pensar en las preocupaciones del día siguiente. Entre ellas, los jóvenes (18-35 años) y a los adultos (36-65 años) han admitido que el trabajo es su mayor preocupación, por delante de la salud, que el principal preocupación en las personas mayores de 65 años que han participado en la encuesta.
Ante esta situación, la Dra. Giménez aconseja “salir de la cama y realizar una actividad monótona y relajada: una lectura con luz cálida y tenue puede ser una buena opción.”
Fuente: yahoo
De hecho, un reciente estudio publicado en la revista Sleep Medicine muestra que la capacidad cognitiva, la concentración y el estado de ánimo se ven influidos negativamente por la interrupción del sueño.
La baja productividad laboral es uno de los daños por el uso de dispositivos móviles, pero no la única. También repercute la calidad de sueño y llega a interferir en las relaciones familiares y de pareja.
Por otro lado, estos dispositivos requieren de nuestra concentración lo que produce la activación cerebral, que es lo contrario al concepto de sueño y dormir, que requiere una relajación previa. Todas estas prácticas inciden de manera directa en el descanso de las personas, pues no nos permiten desconectar de las actividades diarias.
En este sentido, la Dra. Paula Giménez Rodríguez, directora de la Unidad del Sueño de Clínica HLA Vistahermosa (Alicante) y delegada de ASISA en Alicante, aconseja “apagar el móvil o mantenerlo fuera de la habitación durante la noche” contradiciendo el hábito instaurado entre los españoles de mantener el móvil encendido en modo silencio dentro del dormitorio (56 por ciento de los encuestados).
Si repites este comportamiento (manipular un smartphone con las luces del dormitorio apagadas noche tras noche, las consecuencias pueden aparecer en forma de insomino o incluso depresión. Dormir poco y mal también dificulta que las células gliales limpien correctamente las neurotoxinas generadas a lo largo del día. Lo que podría provocar problemas de memoria, atención y tal vez de sobrepeso.
Además de los malos usos tecnológicos que nos impiden alcanzar un sueño reparador, el frenético ritmo de vida actual no nos ayuda a dormir mejor. El estrés, las largas jornadas laborales y el tener que compaginarlas con las tareas domésticas hacen que en muchas ocasiones no dé tiempo a desconectar y que se carezca de un tiempo previo al sueño para relajarse y preparar así el descanso nocturno.
“Nuestro cerebro no tiene un botón de off que podamos apretar cuando queramos para que el sueño se inicie. Necesitamos un tiempo previo de relajación, de desconexión de nuestro ajetreo diario, de los problemas y el estrés del trabajo”, apunta la Dra. Giménez. Y continua afirmando, “es conveniente irse a la cama con sueño y para conseguirlo es importante dedicar un tiempo previo a la hora de acostarse a relajarse y crear un ambiente que lo facilite.”
En este sentido, la especialista sostiene: “Si a pesar de llevar un ritual previo de relajación no conseguimos dormir, no es recomendable quedarse en la cama dando vueltas, pues esto suele generar ansiedad y más frustración, aumentando el problema.”
La reacción más común entre los españoles cuando no pueden dormir, es ponerse nerviosos y empezar a pensar en problemas (46 por ciento). Así, el 48 por ciento de los participantes ha reconocido que el principal factor que les impide conciliar el sueño es pensar en las preocupaciones del día siguiente. Entre ellas, los jóvenes (18-35 años) y a los adultos (36-65 años) han admitido que el trabajo es su mayor preocupación, por delante de la salud, que el principal preocupación en las personas mayores de 65 años que han participado en la encuesta.
Ante esta situación, la Dra. Giménez aconseja “salir de la cama y realizar una actividad monótona y relajada: una lectura con luz cálida y tenue puede ser una buena opción.”
Fuente: yahoo
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