“Mi vida no es igual sin mi hija menor. A pesar de que era una niña enferma, porque tenía falcemia, nunca su padre ni yo nos sentimos cansados de atenderla. Siempre hemos asumido que primero están nuestros cinco hijos, que son por los que hemos luchado y vivido desde que están en nuestras vidas”, relató Felipa con la mirada perdida.
Entre llantos que la obligaban a hacer pausas largas para pronunciar cada palabra, expresó que la vida se le ha tornado demasiado difícil desde la desaparición de su hija, “porque no es lo mismo uno ver a un pariente morir e ir a darle sepultura, que cuando alguien desaparece así, que uno no sabe ni en qué condición fue, ni cómo está ni nada, es mucho más difícil”.
“Nosotros siempre hemos sido personas de bien. Tenemos amistades buenas. Aquí nos conocen, aunque pueden decir que no conocen a todos mis hijos, porque ellos casi no salen, ellos no viven en la calle. Nosotros siempre hemos estado involucrados con los munícipes de aquí. Siempre hemos estado ayudando. Nunca vamos a entender por qué nos hicieron esto”, dice.
Revela que su familia es cristiana, y que se han dedicado a ayudar a quien lo necesite, siempre y cuando esté dentro de sus posibilidades, “pero estamos conscientes que no todo el mundo es así”.
“Todavía se ve que hay personas que saben cualquier cosa y no lo dicen porque no es su problema; pero para que el mundo sea mundo tiene que pasar de todo”, dice.
Cabizbaja expresa que la situación ha sido difícil. “Yo no te la podría describir, porque toda mi vida ha cambiado. No soy la misma”.
Recuerda su dulzura
Entre lágrimas, Felipa expresa que lo que más extraña de su pequeña es la dulzura con la que ella la trataba.
“Ella iba todos los días en la mañana a mi habitación para pedirme la bendición. También iba todas las noches para hacer lo mismo e irse a acostar”, expresa con lágrimas en sus ojos.
Con la mirada perdida asegura que esos son detalles que jamás los podrá olvidar.
“Era una niña muy atenta y considerada. Su amor era incondicional, nunca se quedaba atrás. Cuando me veía muy afanada siempre me iba a ayudar”, dice.
Cuando Yodalis lloraba por el dolor que le provocaba su enfermedad “yo le preguntaba cómo seguía, y ella llorando me decía: mami, ora a Dios y quédate tranquilita, que yo voy a estar bien”.
Sin poder contener las lágrimas, recuerda que Yodalis cuando se sentía mal le pedía que se acostara junto a ella para sentirse mejor.
“Siempre me decía en las mañanas que cómo amanecí y me pedía que le diera gracias a Dios porque yo estaba bien”, narra cabizbaja.
Solo Dios la tiene de pie
Felipa Rodríguez entiende que solo Dios la tiene de pie “porque esta situación que estoy viviendo no es fácil”.
“Yo guardo la esperanza en Dios de que voy a poder volver a verla. Yo confío en que voy a volver a ver a mi niña amorosa y tranquila”, expresa.
Indica que hace un mes no trabaja, por lo que su dolor crece cada día porque al estar desocupada, tiene más tiempo para recordar a cada momento a su pequeña.
“Yo trabajaba en una especie de programa en el que visitábamos hogares, pero hace un mes lo pararon y ahora me mantengo aquí en la casa. Antes mantenía mi mente ocupada, y aunque siempre tengo pendiente a mi hija, ahora más, y aunque no quiera, yo sufro por eso, porque no la tengo conmigo”, lamenta.
Desempleado
Su esposo, Johnny Luciano, ha pasado por la misma situación, unos meses después de la desaparición de su hija, le detectaron cáncer, y cuando se mejoró, fue cancelado de su trabajo.
“Nos vimos obligados a hacer algo para producir dinero y pusimos un pequeño taller, el cual es nuestro sustento. No es que ha sido gran cosa, pero además de que nos deja algo de dinero, nos ocupa un poco”, expresa.
El taller ha ayudado bastante a la familia Luciano Rodríguez “porque aunque casi siempre me la paso cabizbaja pensando, me ayuda a despejar un poco la mente y no estar todos los días tan atormentada”.
Los otros cuatro hijos de Felipa y Johnny, cuyas edades son 14, 18, 21 y 22, tampoco son los mismos desde la desaparición de Yodalis, asegura Rodríguez.
Fuente listindiario
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