Este acontecimiento recuerda el sufrimiento de María junto a la cruz y era el anticipo de la Semana Santa que tendría como protagonista a Jesús.
Hoy es solo recuerdo: la quietud y el respeto a lo sagrado han cedido ante la frivolidad y la inseguridad.
Hasta hace unas pocas décadas, el Viernes de Dolores ya no había espectáculos públicos ni recreativos. El ambiente de silencio no solo se veía en las calles y espacios públicos, sino también en los hogares.
No se comía carne por ser un día penitencial. Los mayores inculcaban ese ayuno. En todo caso era costumbre comer comidas a base de poroto o algo liviano.
Todas estas prácticas eran para lo que se venía: el silencio absoluto y más moderación aún desde la noche del Jueves, Viernes y Sábado Santo.
Cambio cultural
Cambio cultural
Hoy, estas prácticas ya han cedido a lo mundano y hasta es común escuchar que aun se programan fiestas, despedidas de carnaval y otros acontecimientos en los que se prometen mucho barullo y diversión.
En la nueva liturgia, el Viernes de Dolores es un día de penitencia y abstinencia. Los que quieran practicar el ayuno lo pueden hacer, mientras que a las personas que quieren comer carne se les pide practicar la solidaridad.
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