La secuencia estuvo planeada en detalle. Cerca de las 5 de la mañana el camión de la empresa Brinks ingresó a la zona de carga de la central aérea, donde suele haber un intento movimiento.
Llevaba el dinero que debía ser trasladado en un avión comercial al norte de Chile para ser distribuido en diversas sucursales bancarias.
El vehículo, como corresponde, estaba protegido por su escolta de seguridad armada que lo acompañó durante todo el recorrido desde el centro de Santiago hasta la pista del aeropuerto. Sin embargo, por protocolo de seguridad de la Dirección de Aeronáutica Civil (DGAC), está prohibido que la escolta ingrese con armas al lugar.
El vehículo, como corresponde, estaba protegido por su escolta de seguridad armada que lo acompañó durante todo el recorrido desde el centro de Santiago hasta la pista del aeropuerto. Sin embargo, por protocolo de seguridad de la Dirección de Aeronáutica Civil (DGAC), está prohibido que la escolta ingrese con armas al lugar.
Por ese motivo, la mayoría de los guardias se quedaron afuera y sólo uno de ellos, sin armas, acompañó al camión hasta la pista. El sistema es muy estricto y ni siquiera los carabineros, la policía chilena, tiene jurisdicción dentro del aeropuerto ya que la seguridad del recinto se encuentra totalmente a cargo de la DGAC.
Horas antes, los asaltantes habían entrado al aeropuerto disfrazados de empleados de seguridad utilizando tarjetas magnéticas especiales.
Se ocultaron y esperaron. Cuando el camión de caudales de la empresa Brinks llegó a la pista, la banda apareció en varios vehículos de los cuales descendieron encapuchados y con armas de fuego. Encañonaron a la guardia, subieron al camión y huyeron.
Antes de salir del aeropuerto se detuvieron, pasaron el dinero a otros dos vehículos –una camioneta y un automóvil– y se alejaron por el sector norte de la terminal, sin que los efectivos de la Dirección de Aeronáutica se dieran cuenta.
A medida que se alejaban iban tirando clavos “miguelitos” y alquitrán para evitar que los siguieran. Minutos más tarde, la policía encontró un auto abandonado en la ruta de escape, al que habían incendiado. También hallaron una Trafic blanca utilizada por los asaltantes.
Se sospecha que el grupo tenía otros dos vehículos en las inmediaciones, que son los que usaron en definitiva para huir.
El robo se convirtió en el más cuantioso de la historia de Chile. Como antecedente inmediato figura el ocurrido en abril de 2006, cuando una banda se llevó cerca de 1,6 millones de dólares de otro camión de caudales. Llamativamente se concretó en la misma terminal aérea y contra la misma compañía de seguridad.
La policía chilena inició una investigación por el asalto de ayer, al igual que la Dirección General de Aeronáutica Civil. Los investigadores no descartaban que la banda haya recibido ayuda desde el interior de la compañía o del aeropuerto. Los asaltantes tenían un conocimiento detallado de la estación aérea. Ingresaron y salieron por el sector norte, en un acceso poco habitual donde los controles son menos rigurosos.
Una de las primeras medidas adoptadas por el fiscal del caso, Pedro Pablo Cortés, fue comenzar a realizar las pericias de las cámaras de seguridad para determinar exactamente los pasos de los asaltantes.
También se montó un enorme dispositivo para rastrillar los distintos barrios de Santiago donde se cree que podrían estar escondidos. El funcionario judicial admitió que era muy probable que hubiese algún tipo de complicidad en la terminal aérea o en la empresa de caudales.
“El asalto denota un alto grado de planificación, lo que inevitablemente hace pensar en manejo de información previa”, reconoció. Aunque precisó que “en el sector no necesariamente estaba el personal Brinks porque hay otro personal que opera”.
Horas antes, los asaltantes habían entrado al aeropuerto disfrazados de empleados de seguridad utilizando tarjetas magnéticas especiales.
Se ocultaron y esperaron. Cuando el camión de caudales de la empresa Brinks llegó a la pista, la banda apareció en varios vehículos de los cuales descendieron encapuchados y con armas de fuego. Encañonaron a la guardia, subieron al camión y huyeron.
Antes de salir del aeropuerto se detuvieron, pasaron el dinero a otros dos vehículos –una camioneta y un automóvil– y se alejaron por el sector norte de la terminal, sin que los efectivos de la Dirección de Aeronáutica se dieran cuenta.
A medida que se alejaban iban tirando clavos “miguelitos” y alquitrán para evitar que los siguieran. Minutos más tarde, la policía encontró un auto abandonado en la ruta de escape, al que habían incendiado. También hallaron una Trafic blanca utilizada por los asaltantes.
Se sospecha que el grupo tenía otros dos vehículos en las inmediaciones, que son los que usaron en definitiva para huir.
El robo se convirtió en el más cuantioso de la historia de Chile. Como antecedente inmediato figura el ocurrido en abril de 2006, cuando una banda se llevó cerca de 1,6 millones de dólares de otro camión de caudales. Llamativamente se concretó en la misma terminal aérea y contra la misma compañía de seguridad.
La policía chilena inició una investigación por el asalto de ayer, al igual que la Dirección General de Aeronáutica Civil. Los investigadores no descartaban que la banda haya recibido ayuda desde el interior de la compañía o del aeropuerto. Los asaltantes tenían un conocimiento detallado de la estación aérea. Ingresaron y salieron por el sector norte, en un acceso poco habitual donde los controles son menos rigurosos.
Una de las primeras medidas adoptadas por el fiscal del caso, Pedro Pablo Cortés, fue comenzar a realizar las pericias de las cámaras de seguridad para determinar exactamente los pasos de los asaltantes.
También se montó un enorme dispositivo para rastrillar los distintos barrios de Santiago donde se cree que podrían estar escondidos. El funcionario judicial admitió que era muy probable que hubiese algún tipo de complicidad en la terminal aérea o en la empresa de caudales.
“El asalto denota un alto grado de planificación, lo que inevitablemente hace pensar en manejo de información previa”, reconoció. Aunque precisó que “en el sector no necesariamente estaba el personal Brinks porque hay otro personal que opera”.
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