2 de junio de 2014

Haitianos ocupan pacíficamente pueblos fronterizos

Dominicanos están abandonando poco a poco los pueblos de la frontera, lo que aprovechan los haitianos indocumentados para instalarse allí

MENCÍA, Pedernales.- Las condiciones deprimidas en que vive la mayoría de los dominicanos en los pueblos del denominado sur profundo, los obliga acercarse a los grandes centros urbanos en busca de mejorar sus condiciones económicas.

Mencía, otrora pueblo orgulloso de su dominicanidad, llegó a convertirse en una ciudad fantasma, hasta que poco a poco haitianos indocumentados comenzaron a darle vida con su presencia.

En la actualidad, el drama de Mencía es un mal que se extiende por los 382 kilómetros de la frontera

Desde Pedernales hasta Pepillo Salcedo, los haitianos no sólo sustituyen a los dominicanos en las labores agrícolas y domésticas, sino que en algunos barrios se han constituido en mayoría.

El abandono de poblados enteros de parte de los dominicanos se observa en el llamado “Sur Profundo”, como ocurre en la comunidad de José Francisco Peña Gómez (antiguo Mencía), en Pedernales, hasta la parte Norte, como Dajabón y Montecristi.

En esta última zona decenas de escuelas han sido cerradas por el ministerio de Educación, por falta de alumnos dominicanos, zona donde muchas escuelas no llegan a quince estudiantes.

La presencia de haitianos en la frontera es tal, que en muchas comunidades los alcaldes pedáneos no saben hablar español, y los dominicanos que viven en esos lugares son alcanzan al tres por ciento de los habitantes.

Un ejemplo de esa situación son las localidades de Jaramillo, Judea, Isabel de Torres, El Gómez, La Cabuya, batey Madre, La Senita, Montecristi, donde 82 de las 83 viviendas que tiene el poblado, están ocupadas por familias haitianas y la restante es propiedad de un dominicano casado con una joven haitiana.

Las familias dominicanas que vivían en el lugar abandonaron sus casas y propiedades por las precarias condiciones en que vivían, aunque las autoridades alegan el abandono fue a causa de la crecida del río Yaque del Norte.

La situación se repite en otras poblaciones rurales de la zona de Montecristi como Isabel de Torre, El Gómez y Judea, donde las escuelas primarias fueron cerradas por falta de alumnos, debido a que las familias dominicanas se llevaron sus niños cuando abandonaron el lugar.

Para “dominicanizar” estas comunidades fronterizas las autoridades dominicanas tendrán que hacer un gran esfuerzo, porque la mayoría son poblados totalmente haitianos en lo cultural, lo social y político.

Migración masiva

El primer y gran escollo para “dominicanizar” la frontera está en que más del 60 por ciento de los habitantes de las provincias fronterizas de Pedernales, Independencia, Elías Piña, Dajabón y Montecristi, son ciudadanos haitianos, o son hijos de personas nacidas en el hermano país, que se trasladaron a la República Dominicana en busca de una sobrevivir a la pésima situación económica de su país.

Otro gran problema es que cada vez son más los niños haitianos que nacen en suelo dominicano por falta de adecuados centros de salud en Haití, lo que obliga a las madres haitianas a viajar a República Dominicana donde dan a luz en condiciones seguras.

Muchas madres con un embarazo a término llegan a los hospitales de la frontera sin haberse hecho un solo chequeo médico, sin haberse vacunado y en condiciones de salud muy precaria.

Las estadísticas regionales del Ministerio de Salud Pública indican que cada vez que nace un niño dominicano en algunos de los hospitales de la región fronteriza, han nacido dos niños haitianos.

Buena vigilancia

Otros grave inconvenientes para “dominicanizar” la frontera es que los 382 kilómetros de la línea que separa a ambos países, son custodiados por mil 500 solados del Cuerpo Especializado de Seguridad Fronteriza Terrestre (Cesfront), el cual tiene la responsabilidad de evitar el tráfico de personas, drogas y mercancías de contrabando.

El cuerpo armado, bajo las órdenes del general Santo Domingo Guerrero Clase, mantiene una vigilancia en los cruces fronterizos entre Pedernales y Anse a Pitre, Jimaní Malpasse, Elías Piña y Belladere, Dajabón y Juana Méndez y Montecristi y Cabo Haitiano. También a lo largo de la carretera Internacional donde la población es casi inexistente.

Se observan otros puntos intermedios entre los dos países, donde la vigilancia militar es menor y los haitianos pueden penetrar a territorio dominicano con mayor facilidad.

Otro aspecto tomado en cuenta es que en la zona fronteriza la presencia cultural haitiana es predominante sobre la dominicana, especialmente en lo religioso, donde la práctica del vudú (religión haitiana) está muy difundida entre los habitantes de la zona.

Las emisoras que se escuchan en la región son mayoritariamente haitianas y difunden música y orientaciones en creole y francés, dirigidos generalmente a la población haitiana.

También se observa que las bebidas alcohólicas más consumidas en la zona fronteriza son el Barbancourt, que va desde una hasta cinco estrellas, y el Clerén o Triculí, una especie de ron artesanal.

Rutas de llegada

Los inmigrantes haitianos indocumentados siguen llegando a la República Dominicana en busca de trabajo, y una situación económica mejor.

Los indocumentados haitianos llevan a República Dominicana por tierra desde Anse a Pietre hasta Pedernales; desde Mal Pase hasta Jimaní, desde Juana Méndez a Dajabón y desde Cabo Haitiano a Montecristi.

Una ruta poco usual es marítima y va desde Jacmel y otras ciudades del Sur de Haití, hasta la parte media del Sur de la República Dominicana, generalmente la Bahía de Ocoa.

Desde allí los indocumentados haitianos se dirigen a la Cordillera Central, específicamente hacia Azua, Ocoa, Constanza y otras partes del Cibao donde laboran en la recolección de café, cacao, en la siembra de arroz y otros productos agrícolas.

Otros haitianos llegan a la República Dominicana escondidos en camiones y en vehículos de carga, evadiendo los puestos de chequeos fronterizos.

Un aspecto del problema es la llegada de braceros y obreros agrícolas destinados a trabajar en predios agrícolas y en empresas de la industria de la construcción propiedad de empresarios pudientes.

Los extranjeros llegan a territorio dominicano amparados por el tráfico de influencia de sectores que los explotan pagando bajos salarios.

Los inmigrantes llegan en camiones y autobuses, en algunos casos custodiados por militares, no pasan por los registros de Migración y Aduanas, al llegar a territorio dominicano.

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