Bill Gates, ahora un millonario desocupado entregado a labores filantrópicas, lanzó hace un año un desafío: Reinventar el Inodoro. La idea no tiene que ver tanto con la forma y utilización que todo usuario hace del artefacto, sino más bien con evitar el derroche del agua y reciclar el material orgánico que allí se deposita. En su blog, The Gates notes, ha anunciado los resultados de aquel reto.
Hace un año, la Fundación Bill-Melinda Gates puso en marcha una iniciativa para afrontar el problema de higiene y salubridad en el mundo en desarrollo. Lo llamamos El Desafío de Reinventar el Inodoro. Esta semana en Seattle la fundación celebró la Feria Reinventando el Inodoro, donde reunimos a 200 patrocinadores, socios y demás participantes, todos unidos por una pasión: crear unos servicios sanitarios seguros, efectivos y baratos para personas sin acceso a inodoros.”
A dicha feria concurrieron inventores, diseñadores, inversores, abogados, académicos y funcionarios del gobierno, “todos puestos a pensar en formas innovadoras de resolver este problema de larga data”, explica.
El primer lugar y los 100 mil dólares (80,5 mil euros) de premio fueron para el Instituto de Tecnología de California, por su diseño de un inodoro con energía solar que genera hidrógeno y electricidad; el segundo lugar lo ocupó la británica Universidad de Loughborough, por un inodoro que produce carbón biológico, minerales y agua potable; mientras que el tercer lugar lo obtuvo la canadiense Universidad de Toronto, por un sistema que permite desinfectar las deposiciones y recuperar los recursos y el agua limpia. Un reconocimiento especial se le otorgó al Instituto Federal Suizo de Ciencia Acuática y Tecnología (EAWAG) y EOOS por su diseño de un inodoro con interfaz con el usuario.
Así justifica teóricamente la idea el considerado segundo hombre más rico del mundo: “Los baños son extremadamente importantes para la salud pública, y -cuando se piensa en ello- incluso para la dignidad humana. Para la mayoría de los que vivimos en el mundo desarrollado, muchas veces no les damos mucha importancia.”
Más adelante explica que “los inodoros que utilizamos en el mundo rico son irrelevantes, poco prácticos e imposibles para el 40 por ciento de la población mundial, que a menudo no tienen acceso a agua y al alcantarillado, la electricidad y los sistemas de tratamiento de aguas residuales. En todo el mundo hay 2,5 millones de personas sin acceso a saneamiento seguro, incluyendo mil millones de personas que todavía defecan al aire libre y otros más de mil millones que deben usar letrinas de pozo”.
“Más allá de una cuestión de dignidad humana, la falta de acceso también pone en peligro la vida de las personas, crea una carga económica y de salud para las comunidades pobres, y perjudica el medio ambiente.
“Los alimentos y el agua contaminados con materia fecal causan enfermedades diarreicas, que matan 1,5 millones de niños cada año -más que las muertes anuales por SIDA y la malaria juntos-. La diarrea crónica puede afectar el desarrollo de la mente de los niños, los órganos y el sistema inmunitario. Las consecuencias son especialmente marcadas para las mujeres y niñas que se ven obligadas a faltar al trabajo o a la escuela cuando están menstruando o el riesgo de asalto cuando tienen que defecar en instalaciones públicas abiertas o usarlas en la noche.”
Y concluye: “Inventar nuevos sanitarios es una de las cosas más importantes que podemos hacer para reducir la mortalidad infantil y las enfermedades y mejorar la vida de las personas. También es algo que puede ayudar a los países más ricos conservar el agua dulce para otros fines importantes, además del lavado.
“No tenemos todas las respuestas, pero me siento optimista de que podemos y vamos a resolver este problema. Tengo la esperanza de que esta feria de verano inusual sea un paso positivo hacia ese importante objetivo”.
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