En las calles del Alto Manhattan y Washington Heights, el sazón dominicano se huele a leguas. De no ser por los letreros escritos en inglés, cualquiera pensaría que se trata de una arteria comercial de República Dominicana. Pero no. Es en Nueva York, donde vive una gran cantidad de dominicanos que intenta sobrevivir dignamente, pese a los embates sufridos por la principal economía del mundo.
Una mujer sonriente y con una chapa de limón en sus manos invita a una vitrina que exhibe unos chicharrones capaces de seducir el gusto más refinado.
Más adelante, el maíz asado emerge humeante ante la vista de unos turistas curiosos, que se detienen a comprar con un fajo de billetes verdes.
Bien cerca, el guarapo de piña o el “frío-frío” se presentan como la mejor opción para digerir unos tostones con cerdo frito pregonados a todo pulmón.
“Tú encuentras de todo lo que quieras, como en nuestro país”, comenta un vendutero de piña, mango y guineo. En la misma hilera de negocios, una mujer fríe empanadas en una paila rodeada de gente. Ella se llama Josefa y tiene 25 años en Nueva York. “Esto lo compra todo el mundo”, comienza a contar, pero el olor de unas longanizas enrolladas como culebra cansada interrumpe su relato.
“Soy del Cibao”, expresa el dueño de la fritura que tiene a varios clientes desesperados. Estos negocios abundan entre las calles 181 y San Nicolas, del Alto Manhattan. El pasado fin de semana, las ventas incrementaron porque había una feria donde los productos criollos lucían galantes, en una urbe de razas, costumbres y tradiciones entremezcladas.
Nota de Oscar Quezada /ElCaribe.com.do
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