19 de abril de 2016

Dramático llamado de los socorristas en Ecuador: "¡Si alguien escucha, grite!"

"¡Si alguien me escucha que grite o haga ruido!". Una vez, dos veces, el bombero pega un grito desde arriba de un montículo de escombros. Es que además de los 480 muertos confirmados en todo el país, aún resta hallar los cuerpos de unas 1700 personas desaparecidas.

"¡Silencio!", exclaman los demás para acallar las palas mecánicas que se mueven por todos lados en este balneario de 253.000 habitantes, en la costa Pacífica ecuatoriana, devastado por el terremoto de 7,8 grados del sábado.

Allí había un pequeño hotel. En la planta baja funcionaban dos tiendas de alimentos y golosinas. "Escuchamos un crujido. Hay vida", dice a la AFP Freddy Arca, capitán de los bomberos de la ciudad de Portovello, que llegó al lugar el lunes de madrugada junto a 15 voluntarios.

"Sabemos que hay un señor, su mujer y su bebé de dos meses. Es posible que haya nueve personas más", añade, en medio de golpes de almádena, sierras eléctricas, trozadores y taladradoras que reanudan constantemente su ruido ensordecedor.

Encontrar muertos al buscar vivos



"Parece que estuvieran bloqueados en el medio, intentando salir", comenta Rubén Gallard, el propietario del establecimiento, mientras orienta a los socorristas. Este argentino de 58 años, casado con una ecuatoriana, perdió todo. "Ni siquiera nos queda ropa", dice.

Cerca de ahí, dos jóvenes mujeres van y vienen, nerviosas, con los ojos rojos de tanto llorar. "Mi hermano Irvin está debajo. Estaba de vacaciones con su esposa", cuenta Samanta Herrera, 27 años, quien llegó apurada la noche del sábado desde Los Ríos Quevelo, a tres horas de carretera.

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