2 de febrero de 2013

A las mujeres les atraen más (sexualmente) los hombres que ni barren ni friegan

Los hombres casados que emplean más tiempo en labores del hogar tradicionalmente femeninas –como cocinar, limpiar y hacer la compra– tienen menos relaciones sexuales con sus parejas que aquellos que no las realizan, o las realizan poco. 


Es la principal y sorprendente conclusión de un nuevo estudio publicado esta semana en la revista American Sociological Review y elaborado por el investigador Sabino Konrich, del Centro de Estudios Avanzados del Instituto Juan March de Madrid.


Según Konrich el estudio muestra la importancia de la socialización de los roles de género en la frecuencia sexual de los matrimonios heterosexuales:
 “Las parejas en las que el hombre participa más en labores domésticas tradicionalmente desempeñadas por las mujeres practican sexo con menos frecuencia”. 
Por el contrario, comenta Konrick, las parejas en las que los hombres realizan labores tradicionalmente masculinas (como trabajar en el jardín, llevar las cuentas de la casa, o arreglar el coche) presentan una mayor frecuencia sexual.
El estudio ha sido elaborado a partir de los datos de los matrimonios heterosexuales estadounidenses que recoge la Estadística Nacional de Familias y Hogares. 
La media de frecuencia sexual de los matrimonios americanos se sitúa en torno a cinco coitos al mes, pero el estudio muestra como este dato varía de forma significativa en función del reparto de roles en cada matrimonio.
Para Kornrich, que atendió ayer a El Confidencial, los resultados del estudio “sugieren la existencia de unos guiones sexuales, divididos por géneros, en los que la imagen tradicional del hombre y la mujer es importante a la hora de generar deseo y en el momento de desempeñar el acto sexual”.
Los hombres tradicionales siguen siendo atractivos
Aunque parece claro que la división de las labores del hogar es el principal factor que determina el “guión” que rige la vida sexual de los matrimonios, no está tan clara la forma en que éste se establece.
Según Kornich, una de las posibilidades habría sido que los maridos de parejas con una división de roles más tradicionales presionan, o incluso fuerzan, a sus mujeres para practicar sexo con más frecuencia, algo que ha sido desestimado por los investigadores ya que la satisfacción sexual de las mujeres era correlativa a la frecuencia. 
“Si hubiera habido coacción”, comenta el investigador, “pese a que la frecuencia sexual fuera alta, habríamos encontrado un menor ratio de satisfacción. 
Pero no lo hemos encontrado”. Por otra parte, parece que otras variables como la felicidad, la religión o la ideología de género no afectan en nada a la relación entre reparto de tareas del hogar y frecuencia sexual.
Una posible explicación, cuenta Kornich, es que “realizar tareas típicamente masculinas y típicamente femeninas lleva a las personas a parecer más masculinas y más femeninas, respectivamente, algo que se asocia con la atracción y la actividad sexual”. 
Esto, comenta el investigador, casaría además con el resultado de investigaciones anteriores que constataron que los adolescentes con los roles de género más marcados “tienen más sexo, y lo tienen antes, que el resto de adolescentes”.
Más sexo, sí, ¿pero a qué precio?
Aunque el investigador cree que la cultura de género en España es bastante distinta a la estadounidense, afirma que los roles tradicionalmente masculinos y femeninos despiertan el deseo sexual también en nuestro país.
Un estudio elaborado en 2009 por Cristina Fernández, Almudena Sevilla e Ignacio Gimenez (investigadores del Banco de España, la Universidad de Oxford y la Universidad de Zaragoza, respectivamente), que observó el comportamiento de los matrimonios españoles, constató que la participación de las mujeres en el trabajo doméstico no disminuía cuando sus ingresos se igualaban con los de sus maridos. 
Esto, según Kornich, “sugiere que las mujeres realizan más trabajo doméstico del que se podría esperar porque sienten que necesitan demostrar ante sus maridos una identidad femenina doméstica que compense el rol no-femenino que cumplen en su trabajo como asalariadas”.
Según Kornrich es evidente que la importancia de los roles de género ha decaído, “pero continúan ejerciendo una gran influencia en los comportamientos individuales, incluyendo la frecuencia sexual en el matrimonio”. 
Pero para los hombres que, después de leer esto, están pensando en dejar de fregar y poner lavadoras, el sociólogo lanza una advertencia: 
“Los hombres que se niegan a ayudar en la casa pueden hacer que aumente el conflicto en sus matrimonios y baje la satisfacción marital de sus mujeres”. 
Estudios anteriores han confirmado que, independientemente de la satisfacción y frecuencia sexual, la satisfacción marital de las mujeres disminuye si los hombres no participan en todas las tareas de la casa.

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